lunes, 7 de noviembre de 2011

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Hebreos 11:3)


El astrónomo y su amigo:

Se cuenta que el grande astrónomo Kirchner en su tiempo de estudiante tenía un amigo que decía no creer en la existencia de Dios. Además, Kirchner sabía cuanto su amigo acostumbraba a apelar a la lógica de los hechos. Ambos moraban juntos, aprovechándose de la prolongada ausencia de su compañero de estudios, Kirchner fabrico un globo representando la Tierra y lo coloco encima de la mesa, Al volver, el amigo del astrónomo pregunto:

   - ¿Quién hizo este globo 
    - Nadie – respondió Kirchner. – había pedazos de madera, escuadras, papel, una esfera, pegamento y clavos sobre la mesa. Yo estaba distraído, buscando un libro en el estante, cuando de repente vi que en el lugar donde estaba aquel material apareció este globo.
   - Ah! Ah! Ah! Ah! – soltó carcajadas el joven. – Basta de bromas, dime quien fue el que fabrico esto, o tú ¿crees que yo voy a creer que el globo se creó solo?   
         - Pues, tú te estás riendo frente a la explicación que te estoy dando, pero te digo que es mil veces más fácil aceptar que ese pequeño globo se creó a sí mismo, que creer que la tierra y todo el universo se crearon a sí mismos y son obra del acaso. Vamos, ¿Por qué no te ríes también de esto?


       Apaguen las estrellas:

       En una aldea francesa, uno de los responsables por la persecución religiosa en la Revolución  Francesa en 1789 dijo a un campesino que la iglesia de la aldea y todo lo que hiciese recordar a Dios seria destruido.
      - Así – dijo el perseguidor – conseguiremos eliminar los medios que llevan al pueblo a creer en la existencia de Dios. 
      -Entonces el señor tendrá que mandar a apagar las estrellas también – respondió el campesino.
       
        
El    Embajador de Dios:

      -¿Dónde está su Dios? ¿Me lo podría mostrar? – pregunto cierta vez el terrible emperador romano Trajano, al rabino Josué.
      - Mi Dios no puede ser visto, Excelencia – le respondió el rabino. El sol brillaba esplendorosamente en el cielo, con toda su fuerza al medio día.
      - Levante los ojos al cielo e vea, Majestad. He ahí uno de los embajadores de mi Dios
      - Sin embargo, no puedo fijarlo. !Su luz me dejará ciego!
      - Señor, no puede mirar cara a cara una de las creaciones de Dios, ¿Y pretende ver al mismo creador?


Harold Hill:

“Muchos hombres inteligentes y de buena fe dicen que no pueden visualizar a Dios. ¿Puede por acaso un físico ver el electrón? El electrón es materialmente inconcebible y, con todo, lo usamos para iluminar nuestras ciudades…” (Harold Hill)

El Astronauta:
       
Cuando el astronauta Frank Bornan retorno de su inolvidable navidad de 1968, volando alrededor de la luna con el Apolo 8, le dijeron que un cosmonauta soviético, recién llegado de un vuelo espacial, había dicho que no vio a Dios y ni a los ángeles durante su vuelo. ¿Habría Bornan visto a Dios? Le pregunto el reportero. Frank respondió:
-No, ni yo vi a Dios, sin embargo vi su evidencia! (Wernher Von Brain)

Cícero y el hombre de la caverna:

“Supongamos que hay un hombre que siempre haya vivido alejado de la convivencia social, preso en un lugar subterráneo, de manera que nunca haya podido ver nada;

Supongamos que un día ese hombre sale de su morada subterránea, mire el paisaje que se extiende a su alrededor, y vea el cielo y el titilar de las estrellas que brillan maravillosamente, en una noche tranquila de verano, mientras la Luna difunde su suave luz. Supongamos que alguien le explique a ese hombre que el número de astros contemplados por sus ojos no representa nada delante del infinito número que sus ojos no consiguen contemplar. Horas después, el sol se levanta en el horizonte, inundando de luz el firmamento…

Pues bien, dígame: delante del espectáculo del Cielo estrellado y de la harmonía que reina entre los astros; al contemplar el esplendor de la Luz de Sol y la maravilla de la naturaleza, ¿Qué pensamiento nacería en la mente de ese hombre? ¿Qué pregunta surgiría de sus labios? Lleno de espanto, ese hombre no haría si no exclamar: “oh maravilla, oh grandeza! ¿Y quién hizo este Cielo? ¿Quién le puso estos astros, y les reguló los movimientos? ¿Quién creo este Sol y lo puso allá en cima?” Y nos quedaría a nosotros responder tan solamente: “Quien hizo todo esto no fue ciertamente un hombre; no fueron mucho menos todos los hombres juntos, pero si, Dios! Solo Dios podría crear esas maravillas de poder y sabiduría”.
(Marco Túlio Cícero, orador romano – 106 -43 a.C.).

Fénelon:

“he aquí el espíritu del hombre: débil, incierto, limitado, lleno de errores. ¿Quién ha puesto la idea de lo infinito y de lo perfecto en un ser tan limitado y tan lleno de imperfecciones? ¿Quién ha puesto en mí esas ideas del infinito? Ellas están en mí, pero no soy yo”.
(Fénelon, filosofo francés)

Oración antes de la muerte.

La oración que sigue fue encontrada en el bolsillo de un soldado norte americano desconocido. El cayó en pleno campo de batalla, destrozado por una granada.
De él solo había quedado, intacta en uno de sus bolsillos rasgados y ensangrentados, una hoja de papel escrita esta oración en forma de poema. Ahora, habiendo sido un hombre que jamás antes se preocupara con Dios o con el destino de su alma en la eternidad, ¿Qué lo habría llevado a pensar en su Creador horas antes de morir, si no la voz de la consciencia, y el testimonio de la Creación?

“Escuche Dios: Jamás hable contigo. Hoy quiero saludarte. Buenos días, ¿Cómo estás? Sabes, me dijeron que tú no existes, y yo, tonto, creí que era verdad. Nunca me había fijado en tu obra. Ayer en la noche, de la trinchera rasgada por granadas vi tu cielo estrellado y comprendí entonces que me engañaron. No sé si apretaras mi mano. Te voy a explicar y has de comprender. Es gracioso: en este infierno horrible causado por la guerra hallé la luz para ver tu rostro. Digo esto, ya que no tengo mucha cosa para contarte: solo que… que… estoy encantado de conocerte. Haremos un ataque a la media noche. No siento miedo. Dios, sé que tú velas… Ah! Es el clarín! Bien, Dios, debo irme. Me agradaste, te voy a extrañar… quiero decir: será una lucha cruda, bien lo sabes, y esta noche puede ser que yo vaya a tocar a tu puerta! Muy amigos no fuimos es verdad. Pero…sí, estoy llorando. Vez, Dios, tengo que irme. Suerte es cosa bien rara. Sin embargo: ya no tengo miedo a la muerte.”

El orador romano:

El orador romano Cícero llamo la atención de todos en el hecho de que no existiera una ley natural en Roma, otra en Atenas, otra ahora, otra después, y sí una eterna e inmutable ley, que se extienda a todos los pueblos y en todos los tiempos. Es también de Cícero la siguiente observación;

“Los verdaderos sabios están siempre convencidos de que la ley moral no es una invención humana, sino eterna, y es la regla del universo… todo fundamento de la ley moral se encuentra en Dios, que ordena y que prohíbe.”
(Jefferson Magno Costa)

Caio Fábio:

“Se trata de un poder capaz de abrir el Mar Rojo, de hacer el pueblo pasar a pie por él, pero es imposible hallar huellas de que Dios abrió las aguas. Es necesario tener fe para ver la intervención poderosamente sutil del Dios que las abrió. Porque si no tienes fe, su fueras procurar solamente las huellas, te quedarías con la teoría de que fue el viento que abrió el mar, y Dios no tuvo nada que ver con eso”.

“El Universo, en su finitud, existe sin paredes de tiempo y espacio; y en su concreta existencia existe en algo que parece no ser concreto, ósea, las fronteras de algo que no tiene fronteras y que aun así es finito porque solo Dios es infinito, y solo El existe “fuera” de lo que existe”.

Sócrates:

“Creo en la existencia de un solo Dios todopoderoso, dotado de sabiduría y bondad absoluta, probadas con la sublime armonía del universo y con la maravillosa organización del cuerpo humano. Relativamente la fe en la existencia de Dios, hay en los diversos pueblos un acuerdo unánime que hace la humanidad como una sola familia. La fe religiosa es anterior a toda civilización; los viajeros no descubren pueblo algún sin conocerles por lo menos un culto; la historia ve en toda parte a Dios asociado generalmente tanto en las alegrías como en las lágrimas de la humanidad. Esta creencia, cualquier que sean los errores que la hayan oscurecido. Lejos de favorecer en si mismo las pasiones, combatirlas; solo puede tener, por tanto, como origen, los principios que el mismo Dios gravo en el espíritu humano”.

Platón:

“Si tu abres los ojos, vez la luz, pero tu siguiente mirada se eleva hacia arriba, para el origen de donde toda la luz es oriunda, para el sol; y cuando los ojos del espíritu se abren, se ve la verdad; pero la segunda mirada, se vuelve hacia donde emana toda la verdad, para el sol de los espíritus, para Dios”.

“Filosofar es amar a Dios”.

Platón acostumbraba afirmar que existe en el alma un punto central, una región donde Dios se manifiesta al ser humano “tocándolo en este punto y suspendiéndolo a él”. A esto platón llamaba “voz de la consciencia” o “ley natural gravada en el corazón”. El también decía que todos los  hombres deberían esforzarse para corregir en sí, mediante la contemplación de la armonía de todo, “ese movimiento personal desordenado que la naturaleza humana sembró en el foco de nuestra alma al ser generados, a fin de que el contemplador recubre su primera naturaleza y, a través de esa semejanza divina, se torna apto para poseer finalmente la vida perfecta que Dios ofrece a los hombres para el tiempo presente  y para la eternidad”.

Aristóteles:

Nacido en Estargira, Grecia, en 384 a.C.

“Para probar la existencia de Dios, Aristóteles creo el argumento del motor. El dice que todo lo que está en movimiento es movido por otra cosa. Tomemos el Sol como ejemplo. El está en movimiento; por tanto, otra cosa lo mueve. Esa cosa que mueve el Sol, o está en movimiento también o esta inmóvil. Si esta inmóvil, el argumento de Aristóteles queda demostrado, ósea: que es necesario afirmar la existencia de algo que mueve todo y no es movido por nada: Dios! Sin embargo, si lo que mueve el Sol está también en movimiento, esto significa que él está siendo movido por otra fuerza también. Aristóteles muestra que es imposible continuar retrocediendo hasta el infinito. Se hace, por tanto, necesario afirmar la existencia del causante de todos estos movimientos, que no es otra persona si no Dios. El es el motor que mueve todo!